Un nuevo ejemplar de escultura zoomorfa en la zona vetona toledana: El verraco de Lagartera  

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Un nuevo ejemplar de escultura zoomorfa en la zona vetona toledana: El verraco de Lagartera.

César Pacheco Jiménez
Alberto Moraleda Olivares
Arqueólogos

Introducción.1

Nos parece muy apropiado presentar a los colegas del mundo científico, en el seno de estas Jornadas de Arqueología sobre Lusitanos y Vetones, un nuevo ejemplar de escultura zoomorfa localizada dentro del área vetona toledana. El interés que suscita este tipo de representaciones, y la trascendencia para explicar procesos culturales en la zona nos lleva a incluir la difusión de la nueva pieza en este foro.

En las labores de prospección para elaborar la Carta Arqueológica de Lagartera hemos tenido la
oportunidad de localizar un nuevo ejemplar inédito de verraco2; pieza escultórica zoomorfa que viene a engrosar el rico repertorio que se ha ido conformando en la provincia de Toledo, sobre todo en la parte occidental que estuvo bajo el influjo cultural de los vetones (Gómez y Santos, 1998).
El verraco estaba formando parte de un grupo de piedras de granito recogidas y agrupadas en un extremo de una finca cercana al arroyo de Fuente Empedrada, al Norte del casco urbano de Lagartera, dentro de la finca del Cortijo del Verdugo. Su ubicación lógicamente no era la original, como suele suceder con la mayoría de los verracos o toros catalogados. Gracias a la información que nos proporcionaron los dueños de la finca, pudimos saber que la escultura fue hallada en un pequeño cerro o loma situada a unos 1.100 metros al Suroeste de la casa de la finca, en la margen izquierda del Arroyo de Charco de la Tinaja. Un promontorio que reúne buenas características topográficas de visibilidad. En su entorno se ha detectado la presencia de asentamientos de la Edad del Bronce y de época tardoantigua, pero no así restos de hábitats que puedan relacionarse con la Edad del Hierro. Esta ausencia de poblados en la zona nos sugiere algunas conclusiones:

— Que determinados verracos o zoomorfos que se hallan aislados no tienen la misma finalidad que los encontrados in situ en zonas de acceso o en las entradas de poblados (castros u ppidum). En nuestro caso, estamos ante un monumento que cumple un valor testimonial y simbólico del control de pastos por parte de la población pastoril a la que se vincula.

— Que estas comunidades no siempre tienen sus hábitats en las cercanías o proximidades del punto donde instalan o colocan las esculturas, y sí más bien supone un uso terminal de los mismos, como indicadores del territorio objeto de control, o dependientes del carácter caminero que las rutas de trasiego ganadero adquirían.

— No es extraño, por tanto, constatar la falta de yacimientos arqueológicos del Hierro II o de los primeros tiempos de la ocupación romana con población indígena, en el entorno de ubicación original de los verracos. Si bien es cierto, que cabe la posibilidad, que la arqueología pueda ir demostrando presuntas ocupaciones de enclaves del Bronce durante la etapa
prerromana, aspecto éste que tendría que demostrarse con el estudio sistemático de estos yacimientos.

A pesar de ello, teniendo en cuenta los antecedentes que tenemos de la cultura de los verracos en la comarca de Talavera (Gómez y Santos, 1998), y en el Campo Arañuelo, tanto toledano como cacereño (González Cordero, Alvarado y Barroso, 1988), la aparición de este nuevo verraco nos ofrece un panorama más completo del fenómeno en el Occidente toledano, y por tanto del extremeño oriental.

1 El verraco ha sido dado a conocer en otro trabajo anterior (Moraleda y Pacheco, 2006).
2 La existencia de este verraco nos fue revelada por el arqueólogo de la Comunidad de Madrid, D. Fernando Velasco, a quien agradecemos su valiosa información.

Descripción.

Se trata de una escultura de cerdo3 de tipo naturalista en posición estática realizada sobre un
bloque de granito. Mide 1,30 metros de largo desde el morro hasta el inicio de los cuartos traseros, 0,68 metros de altura máxima conservada (parte trasera) y 0,46 metros en la zona de cuello-cara. Aún, a pesar de ser una pieza incompleta, algunos rasgos anatómicos están bien diferenciados: el labrado de las extremidades que se encuentran mutiladas, en particular las paletillas o jamones de los cuartos delanteros, dan sensación de volumen a la pieza. Por lo que respecta a las extremidades traseras, sólo se aprecia el inicio de los jamones en la zona del lomo y vientre. El lomo presenta una superficie plana y alisada remarcándose la línea de las
extremidades delanteras.

En ambos lados del cuello presenta un grabado en forma de “T” de unos 10 cms. de largo y en
posición lateral; asímismo, en el frontal del morro se localiza un pequeño orificio de 10 cms. de profundidad y 4 cms. de diámetro, cuyo significado podría estar relacionado con la reutilización de esta escultura en época posterior, para encajar algún objeto metálico. El resto de los elementos anatómicos (cara, ojos, mandíbula, pezuñas, rabo, etc..) o bien, no se encuentran reflejados al ser una escultura incompleta, o bien no se aprecian en la misma. Tampoco posee
la plataforma o peana de sustentación que normalmente estas esculturas suelen llevar.

Además de los elementos anteriormente señalados, esta escultura tiene un gran interés por presentar restos de una inscripción en el costado derecho, entre los jamones de las extremidades traseras y delanteras. Se encuentra en muy mal estado de conservación, apreciándose con dificultad algunas letras de la misma. La inscripción, realizada con letra
capital rústica, se dispone al menos en tres líneas, y como hipótesis de trabajo planteamos la siguiente propuesta:

1ª. [[I D I I]]AM.
2ª. I I [.] C S.
3ª. [.]C I L.

En cuanto a la tipología, el verraco de Lagartera se encuadra dentro del Tipo I y II (Álvarez-Sanchís, 1999) que se caracterizan por ser esculturas de grandes dimensiones (entre 1,50 y 2,15 metros) y medianas (entre 0,80 y 1,50 metros) y una talla cuidada de características naturalistas.

Interpretación arqueológica.

Nos hallamos ante un ejemplo más del fenómeno de la tradicionalmente llamada “cultura de los
verracos”, concepto que hemos de supeditar, en todo caso, a la producción escultórica del ámbito celta peninsular, y en lo que a nuestra zona se refiere, a la cultura vetona. Los ejemplares localizados en la Campana de Oropesa son abundantes y de diferentes tipologías:

— Oropesa, casa de Valdepalacios, verraco con una letra V grabada (Gómez y Santos, 1998: nº 15, Álvarez-Sanchís, 1999: nº 275, Ramón y Fernández Oxea, 1959: 118, López Monteagudo, 1989: 103 y Jiménez de Gregorio, 1950).

— Calzada de Oropesa, en la finca El Ejido (Ramón y Fernández Oxea, 1959, López Monteagudo, 1989:101-102, Gómez y Santos, 1998: nº 7, Álvarez-Sanchís, 1999: nº 265).

— Torralba de Oropesa: uno en la Calle Santa Ana, actualmente dentro de una casa particular. Conocido desde antiguo, tiene una inscripción en su costado derecho cuya lectura a partir de G. Alföldy, reproduce López Monteagudo: “Caco Turi (filio)/ Tancinus, lib(ertus), pat(rono)/p(onendum) c(urauit)”, (Ceán Bermúdez, 1832: 119, López de Ayala, 1959:
355-356, López Monteagudo, 1989: 105, Gómez y Santos, 1998: nº 27, Álvarez-Sanchís, 1999: nº 286).
El segundo, de gran tamaño, junto a la iglesia, y con numerosas cazoletas en su lomo (Ceán Bermúdez, 1832: 119, López de Ayala, 1959: 356, López Monteagudo, 1989: 104, Gómez y Santos, 1998: nº 28, Álvarez-Sanchís, 1999: nº 284).

El tercero, en la plaza mayor, que sólo conserva la parte delantera (López de Ayala, 1959: 356,
López Monteagudo, 1989: 104-105, Gómez y Santos, 1998: nº 29, Álvarez-Sanchís, 1999: nº 285). Álvarez-Sanchís menciona un cuarto verraco que procedía de Torralba y se llevó a la finca Valdepalacios en el término de El Torrico, hoy desaparecido (Álvarez-Sanchís, 1999: nº 287).
Este ejemplar de verraco, al igual que la inmensa mayoría de los localizados hasta el momento,
se encuentra fuera de contexto arqueológico definido, lo que dificulta bastante su interpretación (Castelo y Sánchez, 1995: 325).

No entraremos aquí en el análisis de las diversas teorías que se han argumentado para explicar
estas esculturas y su posible funcionalidad, que van desde el cometido de demarcación territorial, de vías ganaderas o pastos (Álvarez-Sanchís, 1990, 1993), las adscripciones mágico religiosas, de culto a estos animales (verracos o toros), de protección de la comunidad
y su territorio, hasta el carácter funerario que algunas piezas tienen por su vinculación a tumbas, asumiendo funciones de cupae en necrópolis romanas (López Monteagudo, 1989, Álvarez-Sanchís, 1999: 274, citando a Maluquer)4.

Sin ser este el momento de dar una finalidad al verraco que aquí presentamos, es obvio que nos encontramos ante un caso de un zoomorfo que ha podido tener un uso diferente a lo largo del tiempo. En primer lugar, como representación animal vinculada a las comunidades pastoriles vetonas que desde las estribaciones meridionales de la Sierra de Gredos (caso del castro de El Raso de Candeleda), podían controlar mediante la itinerancia ganadera los
pastos de las llanuras y terrenos alomados del Campo Arañuelo convertidos en dehesas de encinar y alcornoque en la etapa histórica.

La pieza fue posteriormente utilizada para el mundo funerario en la etapa de romanización y de
consolidación de rasgos culturales latinos, según deducimos de su inscripción. El proceso de reutilización que se observa en el mismo está en sintonía con otros muchos ejemplares (López Monteagudo, 1989: 123-ss), y en cierta manera con el proceso de apropiación posterior de determinados monumentos antiguos: caso de algunas estelas de guerrero del Bronce
Final como la de Ibahernando (Cáceres) que tiene una inscripción funeraria romana tapando algunos de los elementos de la panoplia guerrera5.

Pero no terminaría ahí su reiterado uso a juzgar por el orificio que hemos detectado en el hocico del animal. Cavidad que nos sugiere el uso de alguna barra o aplique de hierro, lo que implicaría que la pieza, probablemente ya seccionada en su parte trasera, hubiera sido colocada en posición enhiesta para la instalación de un hito o cruz. Proceso que indudablemente
habría que adscribir a época moderna (s.XVII-XVIII). Paralelos de este tipo de usos sacros los
encontramos en la comarca en un fuste de columna granítico que se asienta en los verracos geminados de la finca El Bercial de San Rafael (Alcolea de Tajo, Toledo), con la funcionalidad de una cruz o humilladero. Pasando, pues, de ser figuras representativas de las comunidades vetonas esencialmente ganaderas, a convertirse en componentes externos y expresivos
de un monumento funerario de la población indígena bajo la inculturación romana; y finalmente, como recurso para sacralización del campo y de los caminos con el uso de la presunta cruz.

Desgraciadamente la muestra epigráfica que se encuentra en el verraco de Lagartera está en muy mal estado, característica muy común en estas esculturas como ya apuntó López Monteagudo, y tan sólo nos permite transcribir algunas de las letras de las varias líneas que parece presentar. Con estos indicios nos parece arriesgado proponer cualquier tipo
de lectura coherente de esta inscripción. Confiamos que cuando el zoomorfo se deposite en un lugar definitivo del ámbito municipal de Lagartera6, podamos acometer el estudio pormenorizado de este interesante ejemplar. Asímismo, en la interpretación formal y disposición original de la pieza hemos de apuntar que la propuesta reflejada en el croquis, es sólo
una hipótesis morfológica, dado que la posición y estado en el que se encuentra no nos permite tener mucha más información de la misma.

3 No se descarta que pueda tratarse de una figura de toro a juzgar por la papada que se observa bajo la cabeza del animal, que le
aproxima más a modelos similares.
4 Maluquer de Motes, J. (1954): “Pueblos celtas”, en, Menéndez Pidal, R. (dir), Historia de España. Madrid, tomo I, vol. 3: 104.
5 Almagro Basch, M. (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular, Madrid: 92, Celestino Pérez, S. (2001): Estelas de guerrero
y estelas diademadas. Barcelona: 342.
6 En estos momentos la escultura se encuentra en dependencias municipales de Lagartera a la espera de su definitivo depósito en el
museo municipal.


Bibliografía.

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– ÁLVAREZ-SANCHÍS, J.R. (1993): “En busca del verraco perdido. Aportaciones a la escultura zoomorfa de la Edad de Hierro en la Meseta”. Complutum, 4: 157-168.
– ÁLVAREZ-SANCHÍS, J.R. (1999): Los vettones. Madrid. Real Academia de la Historia.
– CASTELO RUANO, R. y SÁNCHEZ MORENO, E. (1995): “De verribus vettonum. El verraco de Talavera la Nueva (Toledo) y algunas notas de la arqueología de las tierras orientales vetonas”. Zephirus, XLVIII: 317-330.
– CEÁN BERMÚDEZ, J.A. (1832): Sumario de las antigüedades romanas que hay en España en especial las pertenecientes a las Bellas Artes. Madrid. Imprenta de Miguel de Burgos.
– GÓMEZ DÍAZ, R. y SANTOS SÁNCHEZ, M. (1998): “Esculturas zoomorfas de Talavera y sus comarcas”. Homenaje de Talavera y sus tierras a D. Fernando Jiménez de Gregorio. Ayuntamiento de Talavera: 71-96.
– GONZÁLEZ CORDERO, A., ALVARADO, M. y BARROSO, F. (1988): “Esculturas zoomorfas de la provincia de Cáceres”. Anas, 1: 19-33.
– GONZÁLEZ CORDERO, A. y QUIJADA, D. (1991): Los orígenes del Campo Arañuelo y la Jara Cacereña y su integración en la prehistoria regional. Navalmoral de la Mata.
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– SÁNCHEZ MORENO, E. (2000): Vetones. Historia y arqueología de un pueblo prerromano.
Madrid. Universidad Autónoma ediciones.





Figura 1. Mapa ubicación original del verraco.
Figura 2. Mapa ubicación original del verraco, en detalle.
Figura 3. Mapa dispersión de verracos.

This entry was posted on lunes, 26 de octubre de 2009 at 10:32 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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